EL PAE PERDIÓ LA VERGUENZA

¿LOS PAE ALIMENTAN LA CORRUPCIÓN?

Por Gonzalo Quiñones Vanegas

Admitiendo que cada persona es un misterio y un identificativo individual que no se
sabe cómo actúa, piensa o reacciona, si es asertiva, o contestataria, rebelde
sintomática, o resentida social, aliada de la homofobia, ambiciosa,o perturbadora de
la convivencia humana e indiferente frente a la desgracia, el hambre, la pobreza e
inequidad del conglomerado, o fría y sin sentimientos comunitarios, es lo que nos
aproxima, al preocupante , duro y descalificatorio enunciado: “ERES PARTE DEL
MONSTRUO DE LAS MIL CABEZAS”.

La sociedad actual de nuestro país, está inmersa,de pies a cabeza, en esta
identidad monstruosa. Basta recordar la inmoralidad política del Congreso de la
República, las mas importantes instituciones oficiales y privadas, los crímenes por
un celular, de líderes sociales, el aborto clandestino de los niños, los femenicidios,
de nuevo el secuestro y los homicidios y robos colectivos y la inseguridad es total.
Nada hay seguro en Colombia, ni siquiera los hospitales, los ancianatos, las
entidades filantrópicas y de protección de los menores.

Frente a esta descomposición social y moral, sorprende en grado sumo hasta dónde
llega la indolencia, el descaro y el cinismo comportamental de quienes explotan el
PROGRAMA DE ALIMENTACIÓN ESCOLAR, cuya sola enunciación alegra el
corazón y llena de esperanza porque favorece directamente a la población infantil
de cada región del país.

Pero no. Los contratistas del Estado aprovechan la permisividad oficial para montar su negocio personal y convertir el Programa de Alimentación en toda una IGNOMINIA, un desastre y tragedia humana que demanda toda la atención de la Justicia y las entidades de control, al comprobarse que a los restaurantes escolares llegan los productos podridos, a destiempo, con
virus, moho, y hasta en estado de descomposición y sin fecha de vencimiento.

Es algo inaudito, criminal, y prueba diciente y fehaciente de que se han perdido los
valores, la urbanidad, la ética pública y privada. Que hemos caído al abismo de la
insolencia. Se ha perdido la moral interna de las personas y de las entidades.
Cuando una sociedad, comunidad, o un pueblo pierde sus valores y comulga con la
corrupción, es un grupo humano condenado a la destrucción y la vergüenza
nacional e internacional.

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